De escenarios y recuerdos

De escenarios y recuerdos

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No recuerdo cuál fue mi segundo concierto. Ni el tercero ni los que siguieron. Dicen que las primeras veces quedan mejor grabadas en la memoria, y al parecer, así fue: para mi cumpleaños 12, un regalo de la mayor de mis hermanas, un fantástico concierto de Café Tacuba y Aterciopelados.

Recuerdo haber ido a un concierto de las 1280 Almas y Los Fabulosos Cadillacs (FC), en un momento en que estas bandas ya eran parte fundamental del soundtrack de mi vida. A los FC los vi varias veces más, como cada dos años. Y a las Almas también, de hecho, alguna vez de nuevo ya en mi vida adulta y solo me sabía las canciones (ahora) viejas.

Pero después de mi primer concierto, quería empezar a ir a Rock al Parque, una gran ofrenda que me dio mi ciudad, pero no me permitieron ir por mi corta edad. Y fue terrible, porque en esa tercera edición del festival tocaron bandas que también formaban parte de mi banda sonora y algunas de ellas nunca las pude ver, como Todos Tus Muertos, La Maldita Vecindad, Bajo Tierra, Kraken, Control Machete.

1998: la mayor de mis hermanas se apiadó de mí y me llevó. Fue en octubre y estaba todo muy mojado, pero no recuerdo que haya llovido. Tampoco me acuerdo si fuimos con alguien más. Me acuerdo de que la requisa fue profunda, pero no incómoda, y que me pregunté qué tanto buscaban, ¡ala! Ya adentro vi que tanta requisa no valía la pena y que mucha marihuana atonta un poco, pero fue genial ver a la gente fumando desde una manzana, es que ni entendí qué hacían con las manzanas ni de dónde venía el pisquero. ¡Fue todo un efecto ajá y wow! Desde ahí y hasta hoy, solo soy una espectadora animada de este tipo de audiencias, más no participante.

Recuerdo haber visto a los caleños de Superlitio (sus trabajos Marciana y El Sonido Mostaza ya eran bien conocidos, pero en mi mundo la rompieron fue en el 2004 con el Tripping Tropicana). También me acuerdo de los paisas de Estados Alterados y haberme sorprendido con "Muévete, el velo, y fiebre de marzo", que eran famosas (efecto: aah, son ellos). Vale la pena aclarar que nunca he sido una gran fan de nadie, mis desconocimientos no son reflejo de nada, ni de la fama ni el éxito de los otros... Pero el highlight de ese festival fue el cierre por Robi Draco Rosa. En ese entonces, mi pequeño ex menudo había ayudado a Ricky con varios éxitos, pero en mi mundo eran las canciones de "Vagabundo" las que triunfaban. No sé por qué otra de mis hermanas no fue, dado que el CD en casa era de ella.

Nota tecnológica: ya era la época de los CD, todavía se manejaba el casete, y los LP ya eran coleccionables. Esto pasó en muy corto tiempo: en mi niñez el LP lo era todo, mis primeros discos eran LP, como Xuxa y Laura Pausini; para el fin de mi infancia ya el casete lo era todo, pues uno podía hacer sus propios mixes, con mucho cuidado de empezar a grabar y parar en el momento preciso, lo cual era casi un arte. La radio respetaba más las canciones, no interrumpían los principios y finales, como ahora. Ahora, ojo, porque si no ponían la canción pronto, tocaba emprender una misión: llamar a la emisora a pedir la canción, lo cual era un acto de rebeldía y un capricho egoísta, porque llamar por teléfono era carísimo. A eso súmele que éramos 4 chicas aficionadas a la música: si llegaba el recibo costoso, puede que todas tuviéramos una cuota culposa. Para mi adolescencia ya había CDs, pero nunca tuve un CD player, aunque el Walkman siempre fue cool. Mis primeras adquisiciones (que fueron regalos, claro) fueron Jewel y Lauryn Hill. The Miseducation of Lauryn Hill. Tanto lo puse que mi madre hoy en día reconoce su voz. Y pues mis hermanas tenían decenas y decenas, y mi papá también hizo sus inversiones para él y mi mamá. Yo disfruté de todo, desde los discos de U2 y el Californication de los RHCP de Nata, pasando los de Rafael y Rocío Durcal de mi mamita, también los de Willie Colón de mi papá, los de Björk y Pixies de Caro, hasta todo tipo de rock de Juli. Luego armar el contenido de un CD y quemarlo se volvió otra tarea. Para el 2000 ya existía el MP3 entonces cabían muchas canciones. Muy pronto, en solo un par de años, ya existía el MP3 como dispositivo y no pasó mucho tiempo para que llegara el iPod, un tesoro para mis hermanas. Fin de la nota.

Volviendo a Robi: Vagabundo. Ese disco lo tenía todo, amor y locura, y a Robi, hermoso en todo su ser. Estuvimos a un lado, cerca del escenario.

Año 1999. Rock al Parque se dividió en varios escenarios. Fuimos un día a La Media Torta. Nunca había estado allí, en el cerro: ¡Qué subida! Allí vimos a Julieta Venegas, que ya había sacado el álbum Aquí, y "De mis pasos" ya era un hit. Recuerdo luego, en el Simón Bolívar, haber visto a Molotov y a Café Tacuba, y haber sido muy feliz. No recuerdo haber visto a Illya Kuryaki, no sé qué falló... ¿O será que sí los vi? ¡Me acordaría!

En el 2000 cerró Manu Chao. Y yo tenía una amiga que lo adoraba tanto como yo. Ella iba con su hermano mayor; yo, con la mía, la pobre siempre encartada. Nos fuimos las quinceañeras hacia adelante y, antes del toque, logramos coronar: estábamos contra la barrera. Y fue hermoso. De ese año recuerdo también haber vuelto a La Media Torta y haber visto a Los Pericos, entre otros varios. Y en el Simón, supongo ahora, a los Aterciopelados, a Koyi-K-Utho, la Pornomotora, la Severa Matacera.

Del 2001, 2002 y 2003 creo que solo me perdí a King Changó, pero no tengo memoria de haberme perdido nada más en mi ausencia. Seguro que sí, considero que siempre vale la pena ir, así no haya bandas ya reconocidas.

En el 2004 no sé por qué me perdí a Spinetta. Terrible. Porque sí fui: vi a los Babasónicos, vi a los Skatalites, y fueron brutales. Repetí Cafeta, Atercios, Julieta Venegas, Robi Draco. Vi a Javiercito Cucalón con Nawal, y a los Krápula, que ahí se ganaron mi simpatía. Me acuerdo que había 2 escenarios simultáneos. Y que me divertí mucho. Me acuerdo de que en el cierre volví a estar adelante, contra la reja, con mi amiga, y esta vez vimos a Robi. Y que en el VIP estaban mis dos hermanas mayores, muy cómodas, muy cerca. Con mi amiga las llamábamos, pero había mucho ruido. Igual, espichadas, nos divertimos.

Durante un par de años no volví. Creo que llovía siempre mucho, el octubre bogotano es un mes ventoso y frío. Me he perdido por eso a Miranda!, a Jaguares. Sin embargo, esta experiencia inspiró mi trabajo de grado e hizo que asistiera a otros festivales: a Hip-hop, Salsa, Reggae, Jazz al Parque. Y hay muchos más, los cuales confirman lo que los Aterciopelados cantan: La música es amor. Tener acceso a la cultura es ganar un valor personal y social inigualable. Indiscutible: es solo pensar en las funciones gratis del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá y lo que te hacen sentir en colectivo.

Mi regreso en el 2008 estuvo lleno de descubrimientos fabulosos: Bloc Party, Carcass y Black Rebel Motorcycle Club. La Filarmónica de Bogotá abrió, si no estoy mal. Me acuerdo de que estuvo muy urbano de nuevo: Gondwana, Krápula, Odio a Botero, Nawal, Sargento García... Entre muchos otros y el día del metal, al cual nunca fui.

Y ahí sí que nunca volví. ¡Y nunca vi a Fito! Luego migré y ni modo. Sé que a veces está mejor, que ha vuelto Fito, que ha ido Gustavo Santaolalla, Aznar, Ximena Sariñana, Francisca Valenzuela, La Derecha, Rita Indiana, Tokyo Ska Paradise Orchestra, V for Volume, Mon Laferte, Macaco, 2 Minutos. Han repetido los grandiosos, los clásicos. Hasta Juanes. Y ni hablar de todo el Metal, que es un fuerte del festival, el domingo del metal.

Ojalá estos eventos no mueran. Hay mejores, claro, como el GomeloPicnic, pero a ese no van gratis las hermanas con sus hermanitas. Vale la pena ir a ambos. Es una experiencia fabulosa, es emocionante, más si logra uno estar cerquita, ver bien, escuchar bien. Toca ir. En mi caso, mientras se es joven: a mí ya me gana la flojera.