Ximena Velosa: Tributo sin título

Ximena Velosa: Tributo sin título

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¿Por qué incluir una escenificación de un luto en mi identidad digital? Porque hay ciertas cosas que, por pequeñas que sean, tienen un impacto en la construcción de la identidad, porque hacen parte del acervo de los recuerdos importantes, esos que no se borraron.

Gokú, Bulma, Vegetta, Yamcha, el señor Pícoro, el maestro Rochi, Krilin, Chaos, el maestro Karim, Yayirobe, Gohan, Milk, Kakarotto, Kami Sama, Kaio Sama... En fin, la saga de Dragon Ball y Dragon Ball Z es de esos recuerdos importantes. Cuando les conocí, tenía 15 años y era estudiante en un colegio femenino de señoritas, aunque a decir verdad casi todas eran ex señoritas. Este dato que deja ver una cierta mojigatería tiene una importancia particular: mientras yo pensaba en que Freezer iba a destruir el planeta Namek, mis compañeras de salón hablaban de besos, sexo y romances. Este simple detalle me hacía sentir diferente y lo disfrutaba.

Poco tenía para agregar a esas charlas, no me había dado besos en la boca con nadie y menos cualquier cosa que requiriera mi desnudez. El hecho de que eso tampoco me importara también me hacía diferente y también me gustaba. Así que pasaba mis tardes de vida escolar siguiendo las aventuras de Gokú. Me enganché con su buena onda, con su capacidad indestructible para sobreponerse a la dificultad y con su incapacidad para rendirse. También me enganché con los malos, porque pude ver las emociones censurables como la envidia también como fuente de inspiración; la rivalidad entre Vegetta y Kakarotto los hizo los los mejores amigos. Y me enganché con los malos, porque cedieron ante el amor.

Kakarotto, Vegetta y Pícoro me han recordado siempre que rendirse no es una opción, que ceder ante la frustración no es una opción y que aunque tu fuerza sea infinita, luchar solo no es una opción. Todo esto es una lección de hermandad y de principios de acción para mí. Y pensar todo esto mientras las niñas se hacían grandes con sus hormonas brotando de todo su cuerpo yo lo hacía llenándome de ideales y construyendo súper héroes llenos de defectos que se hacen grandes por la fuerza de sobreponerse a la dificultad.

Decir eso era no solo reafirmar mi convicción, sino rendir tributo a mis maestros; aunque solo existieran como dibujos para otros, para mí son convicción.

No quise desaprovechar la oportunidad de decirlo y de insistir en mi interior en qué quiero seguir siendo diferente.