Los soñadores

Los soñadores

Created: | Updated:

No hubo más evolución; no hubo tiempo. Los dioses fueron aquellos que tomaron el poder y nos congelaron a todos. Siempre supimos que algo malo sucedería y nos imaginábamos cómo sería la siguiente guerra. Y, como todas las guerras, esta fue anunciada; sin embargo, un día llegó a nuestras vidas para cambiar el rumbo de nuestra historia. Pero esta historia no es para contarles sobre aquellos que nos hicieron daño, sino sobre los Fénix, que, de un error, renacieron para ser héroes: los soñadores.

La guerra fue química. Solo los poderosos tenían cómo protegerse. La mayoría quedamos a la intemperie, desprotegidos, desinformados. Muchos murieron; los demás quedamos en un estado eterno de vida alienada. Los mayores de 20 años conservaron su edad, y los menores se desarrollaron hasta alcanzar los 20, para quedarse así para siempre. Los nuevos nacimientos fueron controlados, y los bebés más sanos fueron llevados a los poderosos. Veinte años, la edad perfecta para tener la energía y la salud necesarias para ser explotados. Todos fuimos controlados tanto como fue posible. Sin embargo, nadie pudo controlarlo todo. Por eso, comenzamos a ocultar embarazos y a nuestros niños. Se convirtieron en nuestros dioses; todo lo hacíamos por ellos, vivíamos en amor y armonía por su causa. Ellos, protegidos, entendían lo que eran, los peligros que corrían y el amor que les teníamos. Pero el encierro los entristecía, los reprimía. Así, comenzamos a contarles sobre el mundo antes de la guerra, lo mejor que habíamos visto, exagerando, pintándoles un mundo extraordinariamente hermoso que nunca existió, y mostrándoles las maravillas que sí existieron. Y así, todos comenzamos a soñar. Ellos comenzaron a soñar más que todos, dormidos y despiertos, y esta fue la fuerza que empezó a mover a todos, el tema de investigación, indagación y superstición.

Su heroísmo se reflejó en los milagros que empezaron a ocurrir. Cuanto más soñaban estos jóvenes juntos, más comenzaban a entender cómo funcionaban sus cerebros y, así, cuando no estaban soñando, pensaban en cómo vivir dentro de sus sueños. De esta forma, empezamos a investigar cómo se controlan los sueños, cómo sabemos cuándo estamos soñando y cuándo no, y qué se puede hacer al respecto. Llegó una época de sequía; todos teníamos sed. Los más pequeños corrían peligro. Los poderosos no se interesaron en compartir su agua. Nuestro espíritu empezó a verse afectado. Entonces, una noche, ellos se tomaron de las manos, durmieron y, en sus sueños, caía una lluvia leve que nos refrescaba a todos. Uno de ellos se despertó y nos dijo que pusiéramos baldes donde no hubiera nada que pudiera contaminar el agua, que era hora de recoger agua para todos. Corrimos la voz, sin pensar, solo obedeciendo. Con discreción, para que los poderosos no se dieran cuenta, empezamos a colocar en lugares estratégicos baldes, vasos, vasijas y ollas. Los poderosos descansaban en sus zonas bien organizadas y cuidadas, por eso no notaron la lluvia que caía solo en nuestras zonas. Recolectamos agua, la repartimos entre todos y guardamos lo que pudimos. Al día siguiente, los niños nos relataron sus sueños sobre lluvias y fertilidad. Salimos a ver cómo había verde en el suelo. Estas lluvias empezaron a repetirse. De la tierra brotaron fauna y flora, plantas y pequeños animales. Temíamos lo que pasaría si los poderosos lo notaban. Los niños nos dijeron que en sus sueños ellos no existían, y que no lo notarían. Y así fue; empezaron a crecer árboles a gran velocidad, vimos frutos y pájaros de nuevo, y los poderosos ni lo vieron ni lo olieron.

Teníamos que celebrar e investigar qué estaba pasando. Los soñadores se coordinaban en sueños, cubrían necesidades y construían un mundo, permitiéndonos salir de nuestro encierro. ¿Cómo era esto posible? ¿Lo notarían los poderosos algún día? Nuestro mundo cambió, se volvió un paraíso. Pero limitado; solo podríamos vivir en nuestras zonas, lo demás eran las fronteras con los poderosos, las cuales no nos atrevíamos a cruzar. Llegó el día en que decidimos que era hora de que los soñadores salieran a disfrutar del mundo que sus sueños nos habían regalado. Sería el día más feliz de sus vidas, y de las nuestras. Nos organizamos, preparamos todo para que la realidad superara sus sueños. Y por un momento, así fue. Salieron y disfrutaron de poder respirar el aire libre, afuera, a la luz. Pero su luz fue demasiado brillante, hasta para ser vista por los poderosos.

Ellos llegaron, dispuestos a aniquilarnos a todos. No entendían de dónde salían los niños, por qué había árboles, manantiales y animales, de repente. Eso los incitó aún más a eliminarnos. Los soñadores no temieron; se unieron, se abrazaron y durmieron. Comenzamos a ver cómo lentamente el mundo de los poderosos comenzaba a desaparecer, siendo reemplazado por plantas, árboles, lagos y bosques. Todos nos unimos a los soñadores, abrazamos a nuestros niños, nuestros dioses. Cuando terminó la transformación, ellos jamás despertaron. Los lloramos. Nos salvaron, pero ellos no pudieron hacer sus sueños realidad. Con el tiempo, sus cuerpos se cubrieron de verde, y ese es el lugar donde todos los animales duermen. Nosotros con ellos. Tal vez algún día, todos podamos ser parte del mundo de los soñadores.