El niño de los ojos grises

El niño de los ojos grises

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Al niño de los ojos grises lo conocí cuando era muy joven, tendría 3 meses. Se acercó a mí pero no debía tener contacto con él, por eso le ignoré un poco. Luego llegó a mi casa, con su madre embarazada y dos tías.

El niño de los ojos grises tenía mucha lana, y tenía muchos colores, en especial gris, pero tiene boticas blancas y manchitas de colores, algunas lanas café en sus orejas y negro alrededor de sus grandes ojos. Por eso no me había percatado del color de sus ojos, pues lo que predomina en las alpacas es la pupila y la de todos es negra. Un día, el vecino experto nos visitaba, y me mostró sus ojos grises a la luz del sol. Grises como su lana.

Pero esa extraña belleza no es lo más hermoso del niño de los ojos grises. Es un niño noble, con todos. Es buen hijo, buen hermano, buen primo, buen sobrino. Amable con humanos grandes y pequeños. Se acerca demasiado, lo cual no es bueno, y por mucho tiempo intentamos hacer actuara más como los suyos, distantes, de huida. En un momento, cuando vino su hermano al mundo, debimos llevarlo a donde el vecino experto, donde hizo muchos amigos lamas y dos muy buenos amigos alpaca. Un par de meses después, volvió a casa. Y si bien ya actuaba más como es esperado, siempre su nobleza está ahí, en cada mirada, en cada olfateada.

El niño de los ojos grises es un ser hermoso. Su mirada alegra cualquier mañana. Si bien toda su familia tiene ese poder, su cercanía, un tanto indebida, rompe con la rutina y me causa la mejor de las gracias.